jueves, 21 de junio de 2012

Intranquila tranquilidad


Medianoche. Llueve, el pueblo está en calma absoluta. Sus habitantes duermen y, a primera vista, no hay rastro alguno de las escenas de caos y violencia que han tenido lugar por sus calles a lo largo de las últimas semanas. 

Ciñera descansa y coge fuerzas para seguir con su lucha por el futuro de la cuenca minera, de la que depende por completo la supervivencia de la zona.
Una vez dentro del pueblo se ven, distribuidas por las aceras, montones de piedras acumuladas esperando la siguiente batalla, aguardando ser arrojadas para combatir la violencia de las fuerzas de seguridad, que atacan sin miramientos a los ciñerenses.

Amanece nublado y frío el jueves 21 de junio, más de veinte días después de que diese comienzo una huelga general en el sector minero, que ve peligrar su futuro con un recorte del 63% de las ayudas después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. El pasado martes las mujeres mineras viajaron a Madrid, al Senado, para presenciar impotentes como se denegaba la emnienda que pretendía ratificar estos presupuestos, que suponen la estocada definitiva a la eterna pelea por mantener su única forma de vida. 

Transcurre tranquila la mañana, mientras los mineros se encuentran frente a la Diputación de León, llevando su protesta hasta la capital, en lugar de los habituales cortes de carretera, a la altura del kilómetro 106 de la N-630. 

Por las calles se habla de los controles de tráfico que realiza la Guardia Civil en los pueblos aledaños, para evitar que se haga llegar material para cohetes caseros a los mineros. Se respira una tensión extraña en una localidad habitualmente tranquila, con incertidumbre sobre la planificación de un corte de tráfico para estar tarde. 

A las tres de la tarde, la vida en Ciñera discurre como un día normal de junio, aunque todo el mundo sabe que su futuro pende de un hilo y, por mucho ruido que hagan, no depende de ellos. 

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